Friday, January 30, 2009

Historias de Cosquín y su gente -6

¿Existe el tango cordobés? Uno arriesgaría la respuesta más lógica diciendo no, ya que la cuna tanguera nacional por excelencia es Buenos Aires. Pero el término “música ciudadana”, haciendo el mínimo ejercicio intelectual de acomodarse al espacio que nos rodea y el sentimiento de sinceridad que eso genera en el creador le sentaría perfecto a Rufo Cruz, a esta altura del festival, una suerte de leyenda escrita virtualmente en las atestadas carteleras de Cosquín.

“Vos sos Rufo”, le preguntó una adolescente que escuchó cuando el muchacho, que recién pasa los 35, le cantaba a mi grabador sus datos más esenciales. Ahí me di cuenta de que algo mágico se cocinaba en la sala donde él se presentaba anoche. “Crecí escuchando Michael Jackson y Madonna”, me dijo sin titubear y reconociendo una crianza a base de padre tanguero profesional del que renegó hasta su pubertad. Guitarrista, bandoneonísta y cantor, Rufo se reconoce como un artista de la ya no tan nueva movida electrónica. “Si Gardel viviese, seguro utilizaría esta tecnología para hacer su música”, sentenció Cruz, habiendo pisado pocas veces Buenos Aires y reconociendo que intenta hacer tango con todas las connotaciones diarias que él vive en su Córdoba natal.

Cuando por fin pisó tablas, cerca de las cuatro de la mañana, la peña de Reviens -San martín 845- explotaba. Gente parada, sin lugar, esperaba cerca de la puerta intentando, al menos, poder ingresar al segundo piso del local. Sus primeros dos temas fueron más bien tradicionales pero guitarra en mano y una original estructura de percusión en el escenario -una suerte de batería hecha con latones de distinto tipo- a cargo de “Nicolino Noche”, así lo bautizó, preparaban el clima para lo que vendría.

Cuando Belén, la DJ invitada, pisó la escena, cambiaron las luces y el ambiente mutó de tanguería sórdida y visceral a posible noche under electrónica porteña, con pista de baile incluida. “Libertango” de Piazzolla fue la versión indicada y justa para comenzar un set con sonido añejado pero moderno y con una estética que apostaba más a las texturas del bandoneón sobre la sesión de la DJ, dejando en claro que lo importante siempre serán las melodías. Decidí marcharme cuando sonaban los primeros acordes de Cambalache en versión cuasi rapeada, con un Rufo extenuado que ya había dejado su instrumento de lado para sumarse al frenesí de Belén, que desde de su máquina proponía una adrenalina imposible de rechazar.

Y ante la pregunta, después de esta historia, casi retórica sobre el tango made in Córdoba que comienza este texto: la respuesta está servida en la moderna mesa de Rufo Cruz y todos estamos invitados.

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